Rayos y Centellas

Casi a las tres de la mañana salimos del cumpleaños de Hada. Ella no sabía nada de la fiesta; se enteró cuando, guiada por la coartada de una amiga, llegó al salón social de esa unidad residencial donde la esperábamos. El motivo más especial de la fiesta fueron esas bombas con diseños fantasiosos de los cuales se había antojado en otra fiesta, y que su madre preparó para esta sorpresiva ocasión.

Se trataba, por lo menos, de quince hermosos globos, cada uno con motivos diferentes, pero entre los cuales se conservaba cierta unidad temática: el espacio sideral. Había desde lunas y soles, hasta estrellas, luceros y algún que otro ser imaginario. “Las ‘fiestas temáticas’ es lo que se está usando”, sentenció la orgullosa mamá.

Al terminar el festejo, Janeth (a quien yo llamo Hada) nos pidió que lleváramos los emotivos globos hasta su casa, para recordar por un tiempo lo que había sido tan especial celebración. Entre el lugar de la fiesta y su casa había por lo menos diez cuadras, y en el recorrido había que pasar por un parque (de esos que tienen iglesia y todo). Emprendimos el viaje, armados de estrellas, satélites, serpentinas y algunas canciones post-fiesta; en definitiva: un escándalo entre psicodélico y errante.

Una vez en el Parque, encontramos los últimos vestigios de una noche sabatina, los escándalos ya ausentes de alguna pelea conyugal, y el infaltable grupo de borrachos amanecidos.

Uno de ellos, con esas grietas características de una vida bohemia, nos miró con ojos atónitos; –confundido- no supo qué espectáculo tenía ante sí. Estregó sus manos sucias contra la cara, abrió y cerró varias veces sus ojos, y con el codo intentó despertar a su compañero del lado. Frente al evento surrealista, el show de soles, lunas, estrellas y seres verdosos, su vista brillaba en su opaco rostro como el vidrio de esa botella etílica inútilmente escondida tras la bolsa de plástico negro.

Cuando dimos la espalda escuchamos: “Creo que se nos está yendo la mano con el trago, Pacho”.



*Carlos Andrés*

Comentarios

Carlos Vásquez dijo…
Bueno, a lo mejor las bombas estaban hechas del mismo material del que estaban hechas las fantasías de este dipsómano.

Soñamos todo el día, dormidos o despiertos, pero algunos de los sueños quisieramos que se quedaran en al mundo de lo onírico.
Anónimo dijo…
Me causo mucha gracia tu texto; Eso ocurre a menudo lo que para uno es normal y simple para otros es diferente y único. Xiomy

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