Pluscuamperfecto


Un relato escapado de la primera a la tercera persona del singular; del singular de Carlos Andrés.



Que esa extensa arboleda se hubiese convertido luego en el jardín infantil de la infancia, y esa redondez en el vientre de la tía Dora fuera el primo Leandro, son misterios del álbum familiar que sólo un adulto responsable podrá resolverle al pequeño Carlos Andrés. Su primer lustro como habitante de este hermoso planeta le ha arrojado encima una alud de preguntas que van a parar en su mamá. Ella, quien para efectos del relato será el adulto responsable, tendrá la paciencia suficiente para hilar el desorden aparente con que las imágenes del álbum -museo de miradas- sorprende al pequeño.

Más adelante, esta tarde de historias no-lineales, se detiene en una foto pretérita: su madre tiene ahora 22 años, y unas gafas oscuras inimaginables. Ante éste, un álbum de juventud, vemos a Andresito asombrarse de cómo toda su familia (bueno, no toda porque buena parte de ella aún no había nacido) luce distinta. Su padre, por ejemplo, no figura por ningún lado. La explicación que la niñez tuvo para ello era bastante simple: de seguro su padre habría tomado estas fotos. La lógica de los primeros años, tan ingenua como sorprendente, alcanzaba al niño para saber que quien obtura la cámara no aparece en las fotografías. Justificación definitivamente más bella que ésa traída (atraída o raída) por el tiempo: en realidad, por aquel entonces papá y mamá aún no se conocían.

Dos décadas después, álbum y fotografía buscan de nuevo la mirada de Carlos Andrés; le vemos quedarse absorto ante ella y pasar a su habitación contemplando la imagen (algo en ella lo atrapa). Viendo las “pintas” de una moda pseudo-hippie, se sorprende porque los jeans de mamá, que destilan un azul como de acuarela, en algunas zonas están desgastados. Admirado, Carlos Andrés enfatiza ante nosotros: no sólo lucen desgastados sino que en efecto lo están. Por su espontaneidad, la belleza de esos jeans es inobjetable.

Un poco turbado por la moda y el consumo, una cierta nostalgia lo recorre ahora: antes, los jeans se desgastaban con el tiempo; no se conseguían así en los almacenes. Nuestro amigo no deja de pensar, a veces, que de alguna manera la gente antes era más auténtica.

Comentarios

Anónimo dijo…
La gente de antes sí era más original, más autentica.
Anónimo dijo…
No conozco nada mas nostalgico que re-vivir el pasado, es como volver a sentir.
Anónimo dijo…
La gente de antes no era más autentica, simplemente vivían la época.
Consumían igual que muchos en este momento, dejaban acabar sus jeans porque eso estaba de moda, usaban plataformas, peinados “raros”, gafas grandes entre otras porque era la demanda del momento... Entonces cual es diferencia. Cual es la autenticidad de la que habla Carlos Andrés?.

Para mí lo que se perdio no fue la "autenticidad", porque no se puede perder algo que nunca sea tenido...
Carlos Andrés dijo…
Un poco de contexto nunca está de más: a partir de una colaboración de Jonatan, prometí jugar a dos bandas. En "Pluscuamperfecto" he tratado de sostener la idea de que sí hemos perdido una cierta espontaneidad con esto del comercio y el consumo.

Es ésa la primera banda; estoy cerca de publicar otro en el que juego del otro lado: es decir, que en el consumir no necesariamente hay una enajenación del sujeto; juego de ambos lados un poco por falsear posiciones y matizar las opiniones.

Siempre he creído que, salvo que uno fuera un mesías, no debería ser radical con las opiniones. La vida, de hecho, a cada rato nos cachetea y nos hace cambiar los puntos de vista.
Anónimo dijo…
De hecho considero que fue una de las epocas mas relajadas y agradables de las que he escuchado hablar, es impresionente saber como eran; obvio que habia consumismo pero no hay comparacion con el de ahora; para mi si eran autenticos. xiomy
Anónimo dijo…
!que amor¡ igual se lo comio.xiomy

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