Ante la puerta
Si supiera la cantidad de problemas que me esperaban del otro lado, ni siquiera habría intentado salir de mi casa esa mañana. Pero, escaso a mi intuición, y a pesar de que la puerta se resistía, llamé a "La Colmena" para que la abrieran (o derribaran, si fuera preciso). Ella –cuya fortaleza servía para contener ya el desespero de varios vecinos más- se negaba a dejarnos salir del edificio, que es tanto como decir que nos impedía entrar al mundo. Detrás suyo, los minutos me habían alcanzado: el reloj me aventaba al deber de una próxima clase. Todo porque cualquier gracioso vecino, borracho de alguna subrepticia noche, cerró mal, y nos impidió la temprana salida del día siguiente.
Unas palabras más tarde, el técnico llegó cumplidamente. Abrió con una facilidad tal que los $25.000, pagados al instante, se me antojaron excesivos. Una vez en el taxi (acostumbro el bus, pero la ocasión era inusual), percibí el mundo como una serie infinita de puertas, abiertas y cerradas.
Recordaba cómo desde pequeño nacía frecuentemente en mí la pregunta de si las puertas se inventaron para abrir o para cerrar. Encerrado en mi propia casa, no me quedaba duda sobre la contundencia de la respuesta: ellas existen más para lo segundo que para lo primero. Abrir - cerrar parecieran los verbos fundamentales de la vida.
La puerta, me decía, es -como todas las fronteras- un velo que depone misterio. Pienso en una mujer que recién termina su baño, ingresa a la habitación para vestirse, y cierra tras de sí la puerta. Quedamos excluidos de su desnudez. Otras veces, en cambio, el límite se abre para nosotros, somos invitados al misterio; accedemos al paraíso.
(No recuerdo dónde leí que podríamos reconstruir la historia completa de nuestra vida si recordáramos las puertas que hemos cruzado o renunciado).
De noche, después del día perturbado que la puerta quiso evitarme, me incrusté en mi habitación y colgué el letrero de "No molestar". Encerrado en mí, se me ocurrió preguntar: ¿A quién abandono cuando me salgo de mí?
*Carlos Andrés*
Unas palabras más tarde, el técnico llegó cumplidamente. Abrió con una facilidad tal que los $25.000, pagados al instante, se me antojaron excesivos. Una vez en el taxi (acostumbro el bus, pero la ocasión era inusual), percibí el mundo como una serie infinita de puertas, abiertas y cerradas.
Recordaba cómo desde pequeño nacía frecuentemente en mí la pregunta de si las puertas se inventaron para abrir o para cerrar. Encerrado en mi propia casa, no me quedaba duda sobre la contundencia de la respuesta: ellas existen más para lo segundo que para lo primero. Abrir - cerrar parecieran los verbos fundamentales de la vida.
La puerta, me decía, es -como todas las fronteras- un velo que depone misterio. Pienso en una mujer que recién termina su baño, ingresa a la habitación para vestirse, y cierra tras de sí la puerta. Quedamos excluidos de su desnudez. Otras veces, en cambio, el límite se abre para nosotros, somos invitados al misterio; accedemos al paraíso.
(No recuerdo dónde leí que podríamos reconstruir la historia completa de nuestra vida si recordáramos las puertas que hemos cruzado o renunciado).
De noche, después del día perturbado que la puerta quiso evitarme, me incrusté en mi habitación y colgué el letrero de "No molestar". Encerrado en mí, se me ocurrió preguntar: ¿A quién abandono cuando me salgo de mí?
*Carlos Andrés*
Comentarios
Pienso, también en las puertas de nosotros mismos. Unos ojos cerrados son un par de puertas que se cierran... incluso a la realidad. Es así como decimos que algo es tan terrible que "no lo quiero ni ver". O como algún rey francés, por eso derrotaron la monarquía, decía: "Quiténme estos pobres de mi vista, no quiero verlos".
Pero, lo bueno de una mujer enamorada es que nos permite dormir en sus párpados cerrados, como si fueramos caminantes interiores que buscan el reposo.
Eso de ser caminantes en los ojos cerrados de una mujer... Wow!
Estamos de acuerdo, si algo podría definir el amor sería decir que es como una puerta totalmente abierta de par en par para uno, y cabalmente cerrada para muchos otros seres.
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Cuidado!!!, es importante conservar las llaves de esas puertas, es decir, el control de nuestras propias acciones.