Des-concierto Barroco
A raíz de alguna conversación con Gustavo, decidí conseguir dos libros: El llano en llamas de Juan Rulfo, y el Concierto Barroco de Alejo Carpentier. Se me aparecieron dos opciones: bajarlos de internet, o comprarlos en alguna librería. Como mi impresora está mala, ya se descartaba la primera; así que fui a la librería.
A quienes amamos algún objeto, los lugares donde los venden se nos vuelven casi como templos. Así pasa con los discos, la ropa, los libros, o los instrumentos musicales. Y uno espera, tal vez en una tónica de fanatismo, que quien allí atienda se comporte como un sacerdote, es decir, que no sólo compre y venda, sino que oficie ceremonias, como lo son mediar el encuentro entre uno y un disco, una prenda, una novela o algún instrumento para hacer música.
Estas pretensiones a menudo se van al suelo cuando el vendedor de la librería (que no el Librero, porque un Librero nunca lo haría) sale a preguntar qué libro desea uno. Cuando precisamente uno está allí para saber qué libro lo quiere a uno. Tantas veces uno simplemente va, y le da por dejarse tentar... por permitir que algún libro lo llame y se abra de para en par durante un fin de semana.
Esta vez fue peor: tenía claro qué comprar, pero al preguntarle a la consabida vendedora (que tanto podría vender libros o calzado para dama y caballero) si tenía el Concierto Barroco de Alejandro Carpentier, me respondió que allí no vendían discos. Triste, fui a otro lugar, y luego de escuchar mi solicitud, el vendedor (éste, de seguro, ya ha vendido antes cursos de inglés puerta a puerta o ha sido representante de algún fabricante de sistemas de alarma) se sentó frente al computador a teclear "concierto...", y preguntarme con cuál "be" era barroco.
Concluyamos como decimos aquí luego de ver Pelota de letras (no antes, claro): ¡Dehe azí!
A quienes amamos algún objeto, los lugares donde los venden se nos vuelven casi como templos. Así pasa con los discos, la ropa, los libros, o los instrumentos musicales. Y uno espera, tal vez en una tónica de fanatismo, que quien allí atienda se comporte como un sacerdote, es decir, que no sólo compre y venda, sino que oficie ceremonias, como lo son mediar el encuentro entre uno y un disco, una prenda, una novela o algún instrumento para hacer música.
Estas pretensiones a menudo se van al suelo cuando el vendedor de la librería (que no el Librero, porque un Librero nunca lo haría) sale a preguntar qué libro desea uno. Cuando precisamente uno está allí para saber qué libro lo quiere a uno. Tantas veces uno simplemente va, y le da por dejarse tentar... por permitir que algún libro lo llame y se abra de para en par durante un fin de semana.
Esta vez fue peor: tenía claro qué comprar, pero al preguntarle a la consabida vendedora (que tanto podría vender libros o calzado para dama y caballero) si tenía el Concierto Barroco de Alejandro Carpentier, me respondió que allí no vendían discos. Triste, fui a otro lugar, y luego de escuchar mi solicitud, el vendedor (éste, de seguro, ya ha vendido antes cursos de inglés puerta a puerta o ha sido representante de algún fabricante de sistemas de alarma) se sentó frente al computador a teclear "concierto...", y preguntarme con cuál "be" era barroco.
Concluyamos como decimos aquí luego de ver Pelota de letras (no antes, claro): ¡Dehe azí!
Comentarios
Pero no te afanes que los hay peores, ahora recuerdo el caso de un senador norteamericano que amenazó con invadir a Bolivia por mar.
Mejor dicho... "échele café".