600 mL.

Julián y yo terminamos de fumarnos un cigarrillo. Quiero decir, anque era él quien lo sostenía en sus manos, buena parte del humo producido fue a parar a mis pulmones: soy un fumador pasivo; buena parte de mis amigos y compañeros de la oficina lo son habitualmente.
Pero eso de "Julián y yo terminamos de fumarnos un cigarrillo" lo decía para efectos de contar que, luego de esa conversación, concluimos que muchas veces el problema con los demás no consiste en lo dicho sino en la forma como se ha dicho. Entonces miro a la izquierda de mi escritorio, y veo algo justo al lado de mi pantalla que me hace pensar en qué tan posible es decir atractivamente algo que, en el fondo, no lo es.

Ejercicio: ¿Usted se tomaría un líquido negro, picante, que contiene algo así como diez cucharadas de azucar, y altas dosis de ácidos suficientes para deshacer un bistec de carne o un tornillo en menos de tres días? La respuesta seguramente será "no".

Sin embargo, en esta mañana gris de sábado, siendo apenas las nueve de la mañana, ya he tomado 600 ml. de Coca Cola.

Las palabras son puentes.

Comentarios

Anónimo dijo…
en estos días pensaba en algo similar: "no es lo que se dice sino el tonito", analizándome des-cubrí que no es tonito dicho sino el escuchado lo que causa mis problemas con los otros...¿o los otros conmigo?...bueno, algo así.

Pd: gracias por permitirme esta reflexión.
Xiomy dijo…
Esas cosas suelen sucedernos a menudo, muy a menudo.

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