DES-CUBRIENDO (me)
Cuando era pequeña mi abuela vivía en el campo, en una casa muy artesanal, hecha con sus propias manos, las de su madre, su hermana, sobrinas e hijas, es decir hecha por toda la familia.
Junto a un gran tanque había un arbolito, con tallo delgado y abundante follaje, su fruto era pequeño, tenia forma de huevo, amarillo y muy dulce, tan dulce que decidimos (mis primos y yo) llamarlo y para siempre el palo de confites, la abuela nos tenia terminantemente prohibido cogerle fruto alguno, así que tocaba esperar que estos estuvieran lo suficientemente maduros para que cayeran solos, cuando la abuela no esta cerca sacudíamos el arbolito caían -los maduros-.
Este recuerdo de mi infancia regreso hace poco cuando caminaba por la 65 (de Capos de Paz a la Terminal del Sur) y vi muchos palos de confites, ¡Y LA ABUELA QUE SOLO TENIA UNO!, no puede evitar devolverme muchos años atrás, regresar a aquella casa y recordar lo feliz que fui cuando comía confites del palo de confites de la abuela.
Este recuerdo me hace pensar que mi infancia no fue tan triste como la quería recordar, ese día des-cubrí que desperdicie mucho tiempo peleando con mi “dizque” infancia infeliz, la cual no lo fue, era yo quien no permitía verme y recordarme feliz, quien cubría imágenes felices con razones grises.
De un tiempo para acá la vida se esta encargando de mostrarme cosas que he estado tratando de ignorar, no puedo huir, diana siempre me alcaza, así que me espera un largo trabajo…
diana m. montoya herrera.
Junto a un gran tanque había un arbolito, con tallo delgado y abundante follaje, su fruto era pequeño, tenia forma de huevo, amarillo y muy dulce, tan dulce que decidimos (mis primos y yo) llamarlo y para siempre el palo de confites, la abuela nos tenia terminantemente prohibido cogerle fruto alguno, así que tocaba esperar que estos estuvieran lo suficientemente maduros para que cayeran solos, cuando la abuela no esta cerca sacudíamos el arbolito caían -los maduros-.
Este recuerdo de mi infancia regreso hace poco cuando caminaba por la 65 (de Capos de Paz a la Terminal del Sur) y vi muchos palos de confites, ¡Y LA ABUELA QUE SOLO TENIA UNO!, no puede evitar devolverme muchos años atrás, regresar a aquella casa y recordar lo feliz que fui cuando comía confites del palo de confites de la abuela.
Este recuerdo me hace pensar que mi infancia no fue tan triste como la quería recordar, ese día des-cubrí que desperdicie mucho tiempo peleando con mi “dizque” infancia infeliz, la cual no lo fue, era yo quien no permitía verme y recordarme feliz, quien cubría imágenes felices con razones grises.
De un tiempo para acá la vida se esta encargando de mostrarme cosas que he estado tratando de ignorar, no puedo huir, diana siempre me alcaza, así que me espera un largo trabajo…
diana m. montoya herrera.
Comentarios
hasta pronto
hasta pronto
Un abrazo.