Cotidiano: ese extraño objeto

Fábula teatral en cuatro actos – soliloquios
Uno

Mientras uno de mis compañeros de la oficina intenta aprender a jugar pókar por internet, yo califico algunos exámenes. Luego de esto, trataré de leer un poco más “El cine era mejor que la vida” (uno de los –muchos- libros que estoy leyendo discontinuamente por estos días).

Abajo, en el Parque, los vendedores cantan productos, los predicadores advierten sobre los falsos profetas, al mismo tiempo que la gente ingresa a los almacenes de cadena a comprar las mercancías de la felicidad.

Atiendo una llamada, e ingreso a la red; repaso lecturas en Escritos Cotidianos. Me siento a escribir, que es como decir, me siento a pensar. Así que vuelvo –un año después- a concluir que la cotidianidad no se cifra en los hechos de la cotidianidad, sino en ese extraño hilo que une la tremenda cantidad de acciones diarias. Ese hilo, fino y punzante, es justo el que tratamos de agarrar cuando escribimos aquí: la (invisible) cotidianidad maniobrada en palabras, en relato.


Dos

Cuando escucho historias, disfruto ver cómo los narradores (cualquier persona que cuente historias) se ubican en el lugar del héroe. No importa si se trata de una hazaña o de un fracaso, las historias suelen estar narradas con la lógica de lo épico. La de lo mucho, y de lo poco. La lógica de la muerte merecida, o de la vida arrancada.

Por eso, al final del día, cuando alguien en casa nos pregunta qué hiciste hoy a uno se le ocurre, por un momento, decir nada; o todo (que para el caso dan lo mismo). Es inocultable la dificultad producida por esta pregunta.


Tres

Algunas horas después, estoy con una amiga en la librería, y le cuento lo bien que me sentí al ver “El olor de la papaya verde”. Con algo de interés me pregunta de qué trata la película. Y de repente me encuentro con esa misma dificultad. Es una pregunta difícil porque, en últimas, el filme narra una historia de dos hechos… pero son dos giros suficientes para mostrarnos (lentamente) imágenes hermosas durante una hora y cuarenta minutos.

Traté de responder, y ante la mirada de ¿y-eso-era-todo? de mi amiga, prefiero hablarle de “El diablo viste a la moda”, una típica película para comer crispetas, en la cual son suficientes tres minutos para saber quién es la buena, la mala y cuál es el conflicto que la heroína deberá superar; una película en la cual, al mejor hollywood style, pasan muchas cosas en muy corto tiempo.

Después de un café, regreso a mi computador a seguir escribiendo este post. Ahora me pregunto si la cotidianidad, ese hilo delgadito con que se tejen los textos de aquí, es una película del tipo Hollywood o se parece más al olor de las papayas sin madurar.


Cuatro

No sé. En cualquier caso, FELIZ CUMPLEAÑOS, amigos lectores.

Comentarios

Anónimo dijo…
Hola Tú.


Natalia.
Anónimo dijo…
otra pregunta dificil
Xiomy dijo…
Carlos, que texto tan cotidiano. Lo de las felicitaciones, igualmente.

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