Tríptico: Uno
Éste era un escritor afamado en el mundo de las papeleras. Toda su producción había ido a parar allí, en los más variados formatos. Fueron particularmente recordadas sus servilletas blancas arrugadas, las hojas de cuaderno viejo con anotaciones profusas, y los reversos de consignaciones bancarias con haikús a medio camino. Pero, haciendo honor a la imperfección del universo, y su insistente aparición en los relatos breves, ya sabemos que no todo es perfecto: un día, un crítico decidió encontrar valor en esas notas dispersas; se publicaron y pasaron de las cestas de basura a las mentes de los habitantes de aquella ciudad. Muchos vieron el cambio como una pérdida de valor artístico, “Era preferible cuando escribía y botaba a la basura; ahora es un simple mercader, afamado, reconocido; no es más que un vendedor de la misma historia muchas veces; un best seller”. Alguien, sin mayor embargo, dijo que tal vez entre los recipientes de basura y las cabezas de los ciudadanos, no hubiera mucha diferencia, a fin de cuentas ambas contenían lo mismo: basura.
Comentarios