Tríptico: Tres
Él terminaba sus cuentos en las orillitas de las fórmulas médicas, o en las esquinas que los apretados márgenes del periódico le permitían. Creativamente era un alivio dejar pasar las ideas a los papeles ya impresos y usados para fines tan decididamente útiles como la información del día, o las últimas promociones publicitarias, cuyos volantes casi siempre llevaban una cara en blanco. Cuando se presentaba decía que era escritor, y cuando se le preguntaba dónde estaba su producción, él decía que su humilde aporte era salvar con apretadas palabras silenciosas tantos oficios (papeles) destinados a la utilidad.
Comentarios
Ese día fue un triste momento de gloria. Creo que toda La Recoleta tuvo que ver con ese borracho colombiano que hizo y deshizo en la noche porteña del porteñisimo lugar turístico de la zona rosa bonaerense.
Yo, con todos los tragos encima, gritaba a voz en cuello... "ustedes no lo saben, pero yo soy un escritor famoso... lo que pasa es que nadie lo sabe y así es muy díficil."...
jajaja, ese recuerdo estaba sepultado entre mi galería de verguenzas. Gracias por recordarme lo idiota que puede llegar a ser un escritor cuando no acepta que escritor es quien escribe y no necesariamente quien vende libros.
Carlos Eduardo.