Tarde de Domingo
La tarde del domingo tiene un halo especial. El día se duerme sobre un silencio expectante. El sentimiento es de color naranja grisáceo como las mandarinas que se mueren de viejas en el frutero de mi casa.
La gente habla lo preciso para no desequilibrar el último hálito de vida del fin de semana. Se agota el descanso semanal y las responsabilidades todavía quedan a una noche de distancia.
Algunos carros regresan del campo con el motor triste. Todo se escucha en sordina. Como si tuviéramos la cabeza metida en un acuario. La noche va cayendo con pereza y la mirada se vuelve confusa.
La mente se torna lenta y existencial. Quisiéramos desaparecer con todas las preguntas absurdas que no hemos contestado jamás.
“Duerme, duerme negrito... que tu mama está en el campo, negrito...” parece decir la tarde del domingo o quizás: “Cuando la tarde languidece, florecen las sombras...”
Yo prefiero leer un poema que se clave duro en el corazón para sangrar este desaliento dominical, eructar las letras mal digeridas del infaltable crucigrama o remachar la esperanza inútil de los anuncios de empleo.
Ahora entiendo por que dicen que los poetas siempre se suicidan los domingos a las cinco de la tarde.
La gente habla lo preciso para no desequilibrar el último hálito de vida del fin de semana. Se agota el descanso semanal y las responsabilidades todavía quedan a una noche de distancia.
Algunos carros regresan del campo con el motor triste. Todo se escucha en sordina. Como si tuviéramos la cabeza metida en un acuario. La noche va cayendo con pereza y la mirada se vuelve confusa.
La mente se torna lenta y existencial. Quisiéramos desaparecer con todas las preguntas absurdas que no hemos contestado jamás.
“Duerme, duerme negrito... que tu mama está en el campo, negrito...” parece decir la tarde del domingo o quizás: “Cuando la tarde languidece, florecen las sombras...”
Yo prefiero leer un poema que se clave duro en el corazón para sangrar este desaliento dominical, eructar las letras mal digeridas del infaltable crucigrama o remachar la esperanza inútil de los anuncios de empleo.
Ahora entiendo por que dicen que los poetas siempre se suicidan los domingos a las cinco de la tarde.
- Carlos Eduardo -
Comentarios
Esas tardes que no es más que el aturdidor de nuestras mentes que gritan las responsabilidades que se viene en la siguiente semana, justo después de este domingo.
DIGOJOLO