Ineludible
Infladas, tiernas, agrias, diminutas, dulces, o chocantes, nuestras palabras son como nosotros, y nosotros como ellas. De la poesía me gusta la idea según la cual el ser humano es su palabra. Lo anterior no obsta para que, a veces sin querer, digamos cosas de las cuales no somos conscientes; o que los demás nos escuchen algo que no creemos haber dicho. Ocurre a diario: nada tan cotidiano como la sensación del malentendido, el falso supuesto, o la interpretación equivocada.
Acabo de encontrarme con una amiga en MSN quien, feliz por su nuevo novio, me saluda dichosa: ¡Micora, cómo estás!, ¿quieres saber por qué estoy feliz?.
Acabo de encontrarme con una amiga en MSN quien, feliz por su nuevo novio, me saluda dichosa: ¡Micora, cómo estás!, ¿quieres saber por qué estoy feliz?.
Isabel y yo nos "casamos" en la universidad; nos encontramos una tarde compleja para ambos: yo recién salía de una relación larga y extenuante; ella empezaba una cuyo fin sería similar. Cuéntame, qué es lo que te tiene tan feliz, pregunté. En mayúsculas escribió: TENGO NUEVO NOVIO, POR FIN.
Me alegré por ella; después de una relación de cinco años no es fácil volver a enamorarse. Por eso pregunté: Y qué tal te va con él. Entonces respondió -de seguro sin saber- algo que se me antoja bastante gracioso: Excelente. Me trata muy bien; es zootecnista.
*Carlos Andrés*
Comentarios
Somos como dioses diminutos cuando empleamos una palabra u otra.
Tuvo suerte la chica de no tener de novio un embalsamador.