Grito
Estaba en Oriental. Tenía algo de platica, entonces no fui a Sur. Pero, como llegué tarde, me tocó ver el clásico junto a una barra entera de hinchas del Medellín. No es lo mejor, pero eso es preferible a nada. Todavía no salía de la pena de tener que estar rodeado de rojos, cuando ¡pun!, gol de Medellín. 1 - 0 ¡No puede ser! Y no sólo me tocó aguantarme la rabia, sino además celebrarlo con ellos.
Se acabó el primer tiempo. Tuve que soportar los comentarios de esos manes describiendo cada detalle del gol y de todas las jugadas en las que el rojo había estado a punto de aumentar la diferencia.
Estaba lloviendo mucho. Se estaba terminando el segundo tiempo, y ellos ya tenían plan para celebrar. Hasta me habían invitado. Yo les dije que sí, qué más iba a hacer. Y cuando buscaba la salida, sentí un grito: ¡GOLAZO!, empatamos 1 - 1. Me dieron ganas de gritarlo a los mil vientos, pero no podía. Antes me tocó fingir tristeza.
A los pocos minutos el partido terminó, y yo salí corriendo a buscar dónde cantar ese gol que tenía atrancado en la mitad de la garganta. Me metí a una calle detrás del Obelisco, y ahí fue. Pero cuando iba en la mitad, se me aparece un man de camiseta roja, medio serio. Mi gol no alcanzó a ser cantado, y yo pensé que me iban a cascar. Me salió una lágrima, es difícil de describir… y el man como que entendió y me abrazó, y me dijo, “Sabe qué, usted y yo tal vez seamos de equipos contrarios, pero amamos a nuestros equipos, y eso es lo que vale ¡Que viva el fútbol hijueputa!”, y nos abrazamos como niños chiquitos llorando. Eso fue hace como cuatro años.
Al terminar su relato, mi tío, que ha atrapado a toda mi familia con su historia, recuerda que el fútbol es una pasión. Como si hubiera sentenciado una máxima, acaba su último trago de ron, y sigue bailando.
(Recuerdo de un día del padre).
Se acabó el primer tiempo. Tuve que soportar los comentarios de esos manes describiendo cada detalle del gol y de todas las jugadas en las que el rojo había estado a punto de aumentar la diferencia.
Estaba lloviendo mucho. Se estaba terminando el segundo tiempo, y ellos ya tenían plan para celebrar. Hasta me habían invitado. Yo les dije que sí, qué más iba a hacer. Y cuando buscaba la salida, sentí un grito: ¡GOLAZO!, empatamos 1 - 1. Me dieron ganas de gritarlo a los mil vientos, pero no podía. Antes me tocó fingir tristeza.
A los pocos minutos el partido terminó, y yo salí corriendo a buscar dónde cantar ese gol que tenía atrancado en la mitad de la garganta. Me metí a una calle detrás del Obelisco, y ahí fue. Pero cuando iba en la mitad, se me aparece un man de camiseta roja, medio serio. Mi gol no alcanzó a ser cantado, y yo pensé que me iban a cascar. Me salió una lágrima, es difícil de describir… y el man como que entendió y me abrazó, y me dijo, “Sabe qué, usted y yo tal vez seamos de equipos contrarios, pero amamos a nuestros equipos, y eso es lo que vale ¡Que viva el fútbol hijueputa!”, y nos abrazamos como niños chiquitos llorando. Eso fue hace como cuatro años.
Al terminar su relato, mi tío, que ha atrapado a toda mi familia con su historia, recuerda que el fútbol es una pasión. Como si hubiera sentenciado una máxima, acaba su último trago de ron, y sigue bailando.
(Recuerdo de un día del padre).
*Carlos Andrés*
Comentarios
Copiado de modelos europeos y argentinos, basicamente, el hicha colombiano le ha dado por creer que ir a alentar a su equipo equivale a violentar al contrario, y todo porque?.
No tendriamos porque acallar nuestras ansias de gritar cuando ante una jugada fulminante el balon termina ingresando dentro de la red, y me parece absurdo que tengamos que aguantarnos para no incomodar a los hinchas que a nuestro lado apoyan al equipo contrario, mas aun,me parece ridiculo tener que celebrarles los goles!.
Entonces, que puede ser mas perjudicial ¿atrapar nuestro grito en el de otro hincha para que no me maltrate o seguir fomentando la intolerancia de los desadaptados?, bien y 10 puntos al hincha que en medio de la calle no tuvo problema en reconocer que lo que importa no es el color sino el buen futbol y ante todo los buenos espectaculos.
Finalmente en Colombia hace mucho tiempo que dejamos de pelear por ser de un color o de otro, entonces ¿para que volverlo a fomentar en un campo deportivo?, n.a.p.a.
Qué bueno ser buenos hinchas (la redundancia es intencional), pero buenos en todos los campos: ser hincha de los hijos, de la novia, del jefe (¡!), del vecino... no sé; como señala n.a.p.a un hincha es, ante todo, un ser que ad-mira, y la admiración es, por principio, positiva.
Pienso en la mirada de una madre, de una tía o una abuela... sólo hay amor en sus ojos, es una mirada que nos hace buenos, nos ennoblece, nos cubre de paz.
Qué cursi ponerlo en esos términos, pero eso es ser hincha, es ser admirador. Y un buen admirador, cuando se encuentra con un admirador de lo contrario no tendría por qué sentirse vulnerado, sino identificado. El gesto de este hincha me encanta por eso, porque en medio de su rabia le reconoció al diferente la posibilidad de Ser.
CHOPA