Bendita Tecnología
Escrito Cotidiano por Germán Gil
Sucedió en los cumpleaños de mi hijo. Desde que nació en el 2001, la avalancha comercial de aparatejos encargados de “mejorar” nuestras vidas ha tocado de manera muy especial la vida de mi hijo, y no solo la del mío sino la de cualquier cristiano que tenga hijos y haya nacido después del 60.
Cada cumpleaños del niño con mis amigos o familiares trae consigo la estrenada de un nuevo adminículo que deja boquiabierto más de uno y verde de la envidia a otros tantos. Una situación a la cual he permanecido ajeno ya que mi amistad con la tecnología ha sido poca. Por esa razón, boté tres beepers... tengo un celular por obligación.
Cada reunión traía un nuevo aparato que estrenar. Primero la cámara digital, después la de video que cabe en una mano, el DVD que sentó en el banco de suplentes (y por un buen rato) al VHS y al Betamax, el CD que aplastó al L.P. y el i-Pod, la Palm y sus derivaciones, sin dejar afuera el Tamagochi y la niñera el Tamagochi…
Transcurría la tarde entre payasos, helado sobre el tapete, niños corriendo por toda la casa, mi esposa gritando: “¡A cantarle el cumpleaños al niño!” y yo, contemplando la ley de la vida, sintiéndome un año mas viejo. Además dándome cuenta de que ya no disfruto de la misma manera este tipo de celebraciones. Añoro mis cumpleaños donde yo era el centro de atención.
Llegó el mágico momento de la cantada y repartida de la torta. Tiene que ser de Barney, Bob Esponja o el Hombre Araña, todos acompañados con sus respectivos platos, servilletas y sorpresas.
- Todos los niños junto a al torta - dijo mi esposa - ¡A ver la cámara para la foto con los niños!
Mierda, ninguno de mis amigos había traído su cámara digital. Uno de ellos que anda con la cámara de video estaba de viaje, no trajo el niño a la fiesta.
Recordé que dentro de mis chécheres viejos, tenía una cámara de las sencillas. Corrí al segundo piso y esculcando en el cajón, salió el beeper viejo (no lo había botado) y una “panela” celular que nunca pude vender. Muy al fondo, sosteniendo una pila de recibos viejos, apareció la “fotoaguita” así le digo de cariño. Ya no la llevo a ninguna fiesta por que la pobre “chilla” al lado de sus colegas retratadoras.
Le quite las pilas al control remoto. Aunque parezca raro, tengo TV con control y bajé dispuesto a tomar ese mágico “Momento Kodak”.
Organicé a los niños y después del consabido “Digan whisky” , les propiné su “poncherazo”.
Inmediatamente después del suceso fotográfico, sale mi hijo con sus enanos colegas detrás mío y queriendo alcanzar la cámara con sus manos me dice:
- Papi, papi, muéstrame como quedó la foto...
Me arrepentí de no invitar al vecinito de al lado - su papá tiene tremenda cámara digital - pero recordé que la mamá es como una patada en el estomago.
En la noche, en la intimidad de nuestro cuarto comenté el suceso con mi esposa y tomamos algunas decisiones:
1. El lunes a primera hora a Foto Japón a cotizar la camarita digital.
2. El lunes a primera hora a Foto Japón a revelar las fotos del cumpleaños de mi hijo.
3. El lunes a primera hora, charla con mi hijo sobre la sociedad de consumo y sus alcances.
4. El lunes a primera hora a desempolvar el beeper y a poner en venta el celular.
¿Adivinen que sucedió?
Sucedió en los cumpleaños de mi hijo. Desde que nació en el 2001, la avalancha comercial de aparatejos encargados de “mejorar” nuestras vidas ha tocado de manera muy especial la vida de mi hijo, y no solo la del mío sino la de cualquier cristiano que tenga hijos y haya nacido después del 60.
Cada cumpleaños del niño con mis amigos o familiares trae consigo la estrenada de un nuevo adminículo que deja boquiabierto más de uno y verde de la envidia a otros tantos. Una situación a la cual he permanecido ajeno ya que mi amistad con la tecnología ha sido poca. Por esa razón, boté tres beepers... tengo un celular por obligación.
Cada reunión traía un nuevo aparato que estrenar. Primero la cámara digital, después la de video que cabe en una mano, el DVD que sentó en el banco de suplentes (y por un buen rato) al VHS y al Betamax, el CD que aplastó al L.P. y el i-Pod, la Palm y sus derivaciones, sin dejar afuera el Tamagochi y la niñera el Tamagochi…
Transcurría la tarde entre payasos, helado sobre el tapete, niños corriendo por toda la casa, mi esposa gritando: “¡A cantarle el cumpleaños al niño!” y yo, contemplando la ley de la vida, sintiéndome un año mas viejo. Además dándome cuenta de que ya no disfruto de la misma manera este tipo de celebraciones. Añoro mis cumpleaños donde yo era el centro de atención.
Llegó el mágico momento de la cantada y repartida de la torta. Tiene que ser de Barney, Bob Esponja o el Hombre Araña, todos acompañados con sus respectivos platos, servilletas y sorpresas.
- Todos los niños junto a al torta - dijo mi esposa - ¡A ver la cámara para la foto con los niños!
Mierda, ninguno de mis amigos había traído su cámara digital. Uno de ellos que anda con la cámara de video estaba de viaje, no trajo el niño a la fiesta.
Recordé que dentro de mis chécheres viejos, tenía una cámara de las sencillas. Corrí al segundo piso y esculcando en el cajón, salió el beeper viejo (no lo había botado) y una “panela” celular que nunca pude vender. Muy al fondo, sosteniendo una pila de recibos viejos, apareció la “fotoaguita” así le digo de cariño. Ya no la llevo a ninguna fiesta por que la pobre “chilla” al lado de sus colegas retratadoras.
Le quite las pilas al control remoto. Aunque parezca raro, tengo TV con control y bajé dispuesto a tomar ese mágico “Momento Kodak”.
Organicé a los niños y después del consabido “Digan whisky” , les propiné su “poncherazo”.
Inmediatamente después del suceso fotográfico, sale mi hijo con sus enanos colegas detrás mío y queriendo alcanzar la cámara con sus manos me dice:
- Papi, papi, muéstrame como quedó la foto...
Me arrepentí de no invitar al vecinito de al lado - su papá tiene tremenda cámara digital - pero recordé que la mamá es como una patada en el estomago.
En la noche, en la intimidad de nuestro cuarto comenté el suceso con mi esposa y tomamos algunas decisiones:
1. El lunes a primera hora a Foto Japón a cotizar la camarita digital.
2. El lunes a primera hora a Foto Japón a revelar las fotos del cumpleaños de mi hijo.
3. El lunes a primera hora, charla con mi hijo sobre la sociedad de consumo y sus alcances.
4. El lunes a primera hora a desempolvar el beeper y a poner en venta el celular.
¿Adivinen que sucedió?
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