Sobre la ubicación del clítoris... una historia familiar
Por Carlos Vásquez
De pronto una voz se alzó sobre las otras. Era la voz de mi tía. En nuestra reunión de hipocondríacos, sus palabras presagiaban el surgimiento de un mal hasta ahora desconocido en nuestro microentorno. La baraja familiar de nuestras enfermedades estaba a punto de anexar una nueva condición médica.
Nos fuimos quedando callados. Una tras otra, las miradas curiosas fijaron su atención sobre la tía. La pobrecita hacía esfuerzos inmensos por revelar el punto exacto de su anatomía donde tenía una inflamación. Inicialmente, se llevó la mano al cuello, al tiempo que señalaba algo que parecía estar en el centro de su cabeza o en la parte baja de su cerebro. La cosa parecía un juego de adivinanza.
Fotografía tomada del website Visualphotos.com. Extraída el 18 de junio de 2012 desde http://www.visualphotos.com/image/2x2667956/woman_with_her_mouth_wide_open
La reunión familiar
estaba en su furor. Estábamos casi todos y hablábamos de enfermedades y
dolencias físicas. Tema inevitable cuando la mayoría pasa de los
cincuenta años. Que si tal pastilla cura la gota, que si tal otra, la
migraña, en fin. La farmacopea de la familia acumulada por tres o cuatro
generaciones estaba siendo recorrida por completo.
De pronto una voz se alzó sobre las otras. Era la voz de mi tía. En nuestra reunión de hipocondríacos, sus palabras presagiaban el surgimiento de un mal hasta ahora desconocido en nuestro microentorno. La baraja familiar de nuestras enfermedades estaba a punto de anexar una nueva condición médica.
Nos fuimos quedando callados. Una tras otra, las miradas curiosas fijaron su atención sobre la tía. La pobrecita hacía esfuerzos inmensos por revelar el punto exacto de su anatomía donde tenía una inflamación. Inicialmente, se llevó la mano al cuello, al tiempo que señalaba algo que parecía estar en el centro de su cabeza o en la parte baja de su cerebro. La cosa parecía un juego de adivinanza.
─¿Es la
garganta, tía?
─No,
hombre, es más adentro.
─¿La
laringe… es la laringe?
─Es qué no
sé cómo es que se llama… pero, sé que tiene un nombre.
─El
esófago, ¿cierto?
─No.
─¿El
paladar, entonces?
─Cerca,
cerca…
─Los
espacios interdentales ─dijo uno de los más viejos por hacerse el
conocedor.
─¡Cómo se
te ocurre! Más atrás, más atrás.
En fin, pese a los esfuerzos de todos no fue
posible adivinar el lugar del dolor de la tía. De pronto, su rostro se
iluminó. Una palabra se había abierto camino desde su subconsciente y
ella pudo expresarla claramente.
─¡Ya sé!
–gritó emocionada–, lo que yo tengo es una… ¡inflamación de clítoris!
Nadie habló. Por un momento, todo fue
asombro y turbación. Yo miraba el suelo tratando de espantar la imagen
que mi tía acababa de implantar en mi mente, y que disolvía de un plumazo los
recuerdos tiernos de ella que había acumulado durante mi niñez. Otros
carraspeaban o tosían incómodos. Los niños notaron la tensión y dejaron
de jugar para venir a ver qué pasaba. Una vecina se mordía los labios y miraba
nerviosa hacia la puerta.
Fue en ese terrible momento cuando mi tía, con
todo el candor de que era capaz, nos aclaró que ella se refería refería era a
la “bolita esa” que todos tenemos al final del paladar.
El furibundo esposo de mi tía fue quien nos sacó
del trance porque se atrevió a decir:
─¡Esa se
llama ‘úvula’, bruta, no clítoris!
Al percatarnos del error –de localización, no de
forma anatómica– todos estallamos en estrepitosas carcajadas. Los
vecinos de todo el edificio empezaron a llamar a los porteros para hacernos
callar porque la barahúnda alcanzó proporciones telúricas.
Sólo mi abuela, quien tenía por aquel entonces
ochenta y nueve años, permanecía sentada muy modosita en su silla de
ruedas. Yo estaba a su lado, por eso me tomó del brazo y me obligó a
acercarme.
─Yo no sé
por qué se enoja tanto el marido de aquella, mijo. Si Anatilda siempre ha
sido una burra desde desde chiquita. Míreme a mí, con la edad que tengo,
yo todavía sé diferenciar bien lo que tengo en la boca de lo que tengo entre
las piernas ─me dijo al tiempo que me guiñaba un ojo y
sonreía con picardía.
Dicho esto, la abuela regresó a su mutismo
y a sus recuerdos. Traté de contestarle algo, pero me di cuenta de que la
hermosa anciana y sus recuerdos estaban ahora mucho más lejanos en el tiempo y
en el espacio de lo que yo hubiera podido imaginar.
Fuente de la imagen:
Fotografía tomada del website Visualphotos.com. Extraída el 18 de junio de 2012 desde http://www.visualphotos.com/image/2x2667956/woman_with_her_mouth_wide_open
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